domingo, 1 de mayo de 2011

Historia de la historia del arte

Aby Warburg
Nació en 1866 y murió en 1929. Vivió en el seno de una familia de banqueros judío alemanes de Hamburgo. Estudio filosofía, historia y religión en universidades alemanas, francesas e italianas.Estudió el problema de la transmisión de la iconografía antigua a la cultura europea moderna (“la vuelta a la vida de lo antiguo”), especialmente la supervivencia del paganismo dionisíaco en el Renacimiento italiano. También se interesó en las relaciones entre pensamiento mágico y racional. Su más ambicioso proyecto fue el Atlas Mnemosyne, una colección de imágenes sin texto que narrara la memoria de la civilización europea.Influyó en la obra de Erwin Panofsky, Ernst Gombrich. Benjamin, Curtius y Cassirer se interesaron por su trabajo recopilador e intelectual.Fritz Saxl, joven historiador de arte que había llevado a efecto la organización del Instituto Warburg, logró trasladar los 60.000 volúmenes de la Biblioteca hasta su actual sede, en Londres.El historiador del arte Georges Didi-Huberman ha retomado la idea de supervivencia (“Nachleben”) en Warburg.

Ernst Gombrich
Nació en Viena, Austria, en 1909, y murió en Londres en 2001. Perteneció a una acomodada familia judía, hijo de madre pianista y de padre abogado. Fue agnóstico, antitotalitario y contrario a los sistemas de pensamiento cerrados como el holismo hegeliano.
Estudió historia del arte en la Universidad de Viena, estudios que finalizó en 1933. Con la llegada de los nazis al poder en 1936 se trasladó a Gran Bretaña, donde ocupó un puesto como asistente de investigación en el Warburg Institute, y fue su director entre 1959 y 1976.






Georges Didi-Huberman
Nació en Saint-Étienne en 1953. Historiador del arte y ensayista. Entre otras instituciones, se formó en el Warburg Institute. Es un gran teorizador de la imagen, que quiere ir más allá de la iconografía más objetiva de tipo panofskyano. Se define como heredero intelectual de Aby Warburg, George Bataille y Walter Benjamin, pero también reconoce la influencia de Foucault, Freud y Lacan; de hecho su primer trabajo –La invención de la histeria– aborda la fotografía y la falsedad de la teoría histérica del siglo XIX.
Sus estudios van desde la Edad Media hasta el arte de hoy, con ciertos motivos como la herida, la sangre y la carnalidad.

sábado, 23 de abril de 2011

Ozon

François Ozon (1967). Muchos de sus cortometrajes han sido seleccionados en festivales internacionales. El corto Action Vérité marcó el comienzo de su colaboración con la sociedad Fidélité Productions. Sitcom, su primer largometraje, fue presentado en la sección oficial de la Semana Internacional de la Crítica, en el festival de Cannes de 1998. Las películas de François Ozon suelen caracterizarse por un humor ingenioso y satírico y un peculiar punto de vista sobre la sexualidad humana. Tiene un estilo muy particular y han llegado a llamarle el Almodóvar francés, el Varda masculino y el Chaplin de la no-comedia.
Largometrajes: Florero (2010), El refugio (2010), Ricky (2009), El tiempo que nos queda (2005), Cinco veces dos (2004), Swimming Pool (2003), 8 mujeres (2001), Bajo la arena (2000), Gotas de agua sobre piedras calientes (1999), Amantes criminales (1998), Sitcom (1998).

domingo, 13 de febrero de 2011

Jacques Rancière

Nació en Argel en 1940.
Filósofo francés, discípulo de Althusser, de quien se separó durante el Mayo Francés por diferencias ideológicas.
En el libro El maestro ignorante (1987), describe el método revolucionario que implementó el pedagogo Joseph Jacotot luego de la revolución francesa, estableciendo lazos horizontales entre docentes y estudiantes.

sábado, 5 de febrero de 2011

sábado, 24 de julio de 2010

Interpretativismo

El funcionalismo fue criticado desde las teorías interpretativistas que postulaban que los hechos humanos por un orden externo a los individuos, sino por las significaciones que ellos asignan a sus acciones. Estas significaciones que fundan el orden social no son observables, y como el orden simbólico varía en cada pueblo modificando los sentidos de las prácticas, el investigador debe proceder a reconocerlos en su propia lógica, a través de técnicas que garanticen la eliminación de nociones etno y sociocéntricas.
El investigador debía revivir en carne propia las situaciones de sus informantes, dado que el aprendizaje de los significados solo se realizaría mediante la empatía y el ejercicio mismo de esos significados. Entonces se introdujeron cambios importantes en el trabajo de campo:
1. el reconocimiento de la subjetividad del investigador en el proceso de conocimiento;
2. el campo de las significaciones sociales es más relevante por su particularidad que por su generalidad, de modo que el investigador debe reconstruir la lógica y la coherencia propias de la cultura que estudia.
El investigador aspira a ser uno más, copiando y reviviendo la cultura desde adentro, pues los significados se extraen de los usos prácticos en escenarios concretos. El trabajo de campo se asocia a la inmersión subjetiva: el investigador intenta penetrar el punto de vista nativo a través de la empatía. El trabajo de campo es la instancia que permite efectuar una traducción: la etnografía se concibe como una decodificación y la cultura como un texto en lengua desconocida que el antropólogo aprende a expresar en su propia lengua haciendo uso del procedimiento hermenéutico.
Esta corriente ha despertado algunas críticas. El investigador nunca se transformaría en “uno más” ni en agente neutro de observación y registro, pues accede al campo desde su historia cultural y teórica. Los informantes se conducen hacia él de modo diferente a como lo hacen entre sí.

viernes, 23 de julio de 2010

Antropología simbólica

La Antropología Simbólica es una de las manifestaciones más importantes que se desarrollan como parte de un proyecto, más englobante, de constituir una antropología interpretativa. La Antropología Simbólica conforma la etapa inicial de esta propuesta interpretativa, que, prolongándose en las propuestas fenomenológicas que se apiñan en la década de 1970, culminan en los últimos diez años con el surgimiento (en los Estados Unidos) de la antropología posmoderna.
La Antropología Simbólica no es una teoría antropológica, sino un conjunto difuso de propuestas que redefinen tanto el objeto como el método antropológico, en clara oposición a lo que se considera como el "positivismo" o el "cientificismo" dominante, y otorgando una importancia fundamental a los símbolos, a los significados culturalmente compartidos y a todo un universo de idealidades variadamente concebidas. Ese cientificismo está encarnado por la antropología cognitiva en los Estados Unidos, por la escuela estructural-funcionalista en Inglaterra y por el estructuralismo en Francia.
El nombre mismo de Antropología Simbólica aparece hacia fines de la década del ’60 en los Estados Unidos, experimenta su auge aproximadamente entre 1973 y 1978 y luego paulatinamente se deja de usar en beneficio de otras designaciones más genéricas, "antropología interpretativa" en primer lugar.
En Estados Unidos se considera simbolistas a David Schneider, a Clifford Geertz, a Marshall Sahlins, a James Fernandez y a Benjamin Colby. Cada uno de ellos promueve concepciones distintas de la antropología, pero ninguno deja de conferir una importancia cardinal a la actividad simbólica, la que por lo menos para uno de ellos (Sahlins) es absolutamente determinante de todos los órdenes de la existencia social.
¿Qué sucedía en la antropología en particular (y en las ciencias sociales en general) hacia 1965 ó 1967 para que masivamente, en los principales centros académicos del mundo, se postulara algo tan drástico como una reformulación de la ciencia social?
Es sabido que la teoría dominante en la sociología de los Estados Unidos desde los años 40 a principios de los 60 fue el modelo de Talcott Parsons. Este era un modelo funcionalista, relativamente formalizado y sumamente técnico, y ejerció una influencia que puede detectarse en la composición de los principales centros universitarios. Parsons consideraba que la sociedad era un sistema, y que ese sistema estaba constituido por instituciones cuya función era perpetuar el sistema mismo, mantenerlo en un estado de relativa integridad y equilibrio. Esas instituciones eran a la vez mecanismos del sistema y sistemas en sí mismos. El ámbito de validez de las explicaciones parsonsianas era la sociedad, que se concebía como una especie de organismo cerrado y poco proclive al cambio. Se estudiaba una sociedad por vez, sin mayor espíritu comparativo, y prestando más atención a sus estructuras e instituciones que a los procesos que en ella tenían lugar. Por supuesto que los sociólogos funcionalistas reconocían la existencia del cambio, pero sus modelos son más bien sincrónicos, y en algunos casos abiertamente hostiles a la explicación de carácter histórico.
Pero en la Gran Teoría de Parsons, como se la llamaba pomposamente, existía un aspecto aparentemente contradictorio. En su modelo macroscópico de la sociedad como sistema, Parsons había previsto un lugar para el sistema cultural, al cual él mismo ignoró de hecho, dejando que los antropólogos lo elaboraran. Este sistema cultural era, según Parsons, relativamente autónomo, como hasta cierto punto lo eran los demás sub-sistemas que componían el organismo social, aunque todos tuvieran que ver directa o indirectamente con el mantenimiento del mismo. Y lo que es más significativo, el sistema cultural era de naturaleza por completo ideal: consistía de ideas, significados, símbolos, y en especial valores.
Los cuatro sistemas que componían la sociedad se distribuían según este esquema:
Sistema de expectativas de ejecución de roles.
Sistema de organización de los roles unitarios en colectividades.
Sistema de estructuración de derechos y obligaciones.
Sistema de adhesiones a valores, identificable con la cultura.


Es muy probable que el concepto de cultura que se utilizó intensivamente en la Antropología Simbólica sea más una concepción sociológica, creada por un sociólogo típico, que un producto inherente a nuestra disciplina. El hecho es que dos de los pioneros de la Antropología Simbólica de los '60 recibieron entrenamiento como graduados en el departamento de Relaciones Sociales de Harvard, dirigido por Parsons: nada menos que David Schneider y Clifford Geertz.
En la antropología norteamericana no existía, como era el caso en la sociología, un modelo nítidamente dominante. El poder académico y la influencia intelectual se dividían tradicionalmente entre los comparativistas de la Universidad de Yale, que seguían a Murdock y utilizaban un modelo de tipo estadístico, y los particularistas de la línea de Boas, que se diseminaban desde Columbia, en el este. Los primeros eran más bien de tipo positivista o cientificista, los últimos se inclinaban hacia una actitud estética y humanista.
Pero en 1956 surgió lo que se conoce variadamente como "antropología cognitiva", "etnociencia", "etnosemántica", y sobre todo "Nueva Etnografía", que por un momento pareció ser en efecto la escuela o la tendencia dominante de la antropología norteamericana. Existe una concepción etic de la ciencia social, que se basa en los conceptos científicos occidentales propios del antropólogo, opuesta a una concepción emic, que propone estudiar cada cultura en sus propios términos, valiéndose de los conceptos de los propios nativos. La disputa entre las antropologías etic y emic fue virulenta, y ocupó buena parte de los años '60 y '70; y aunque esa distinción pasó un poco de moda, todavía expresa una oposición esencial.
El modelo de la Nueva Etnografía era idealista y emic (por cuanto definía la cultura como conjunto de significados compartidos por los actores sociales), pero al mismo tiempo era tremendamente formal, quizá hasta excesivamente formalista. La cultura se definía como conocimiento: el actor cultural era el que sabía cómo actuar dentro de su cultura; de alguna manera se vinculó conocimiento y lenguaje, y al cabo de algunas piruetas justificatorias terminó redefiniéndose la etnografía como un estudio de estructuras léxicas. La etnociencia era un típico exponente de la vanguardia científica, que valoraba antes que nada el rigor descriptivo. Para la etnociencia la descripción era un fin en sí mismo. Las páginas de los ensayos
etnocientíficos están cubiertos de diagramas, cuadros, árboles y listas que supuestamente reflejan la conceptualización de los nativos, acompañados de un análisis de los componentes mínimos de esos significados, es decir, un análisis componencial. Existía una elaborada tipología de las estructuras semánticas que, según los etnocientíficos, ordenaban la concepción del mundo de los distintos pueblos, estructuras que tenían nombres peculiares, derivados de la lingüística estructural: paradigmas, árboles, taxonomías, segregados, congeries, conjuntos contrastantes, etc. El formalismo de la etnociencia corría parejo con la trivialidad de muchos de los asuntos que trataba, a menudo con un pretexto circunstancial. Es común encontrar análisis pormenorizados de aspectos restringidos o secundarios de la vida cultural, por lo general con alguna excusa didáctica, como si simplemente se buscara demostrar las bondades del método: se estudiaban, por ejemplo, los nombres de leña entre los tzeltal de Centroamérica, los ingredientes para la fabricación de bebidas fermentadas entre los subanum de Filipinas, los nombres de las plantas silvestres entre los hanunóo, las terminologías para los colores primarios de los dani de Nueva Guinea y, como de costumbre, las denominaciones de los parientes en todas las culturas.
A fines de los ’60, la antropología cognitiva, etnociencia o Nueva Etnografía se derrumbó. Su descrédito fue total. Sucedió como si los antropólogos norteamericanos comenzaran a preguntarse cómo podía ser posible que alguien propusiera seriamente un modelo cultural tan absurdo, una metodología tan rebuscada y un objetivo tan imposible: la descripción global sobre bases emic. Los métodos desarrollados por la etnociencia quedaron reservados a la "cocina" privada del etnógrafo, y nunca más se intentó aplicarlos para la descripción de toda una cultura concebida como conjunto de conceptos y denotaciones. Uno de los artífices de la rebelión anti-formal y uno de los críticos más implacables de la Nueva Etnografía fue precisamente uno de los alumnos de Parsons a quien ya hemos sindicado como el fundador de la Antropología Simbólica, David Murray Schneider, de la Universidad de Chicago.
¿Qué queda de la antropología simbólica, como saldo, en la caracterización original de Schneider? Aunque Schneider haya perdido el liderazgo bastante pronto y aunque su nombre sólo constituya hoy en día una referencia histórica, sus sucesores llevaron adelante la idea de la cultura como conjunto más o menos articulado de idealidades y significaciones y, más que nada, de la antropología como disciplina específicamente abocada al estudio (o mejor aún, a la interpretación) de esas idealidades.
Desde el punto de vista metodológico, desde Schneider en adelante comienza a aceptarse la idea de que, puesto que las estrategias formales han demostrado no servir, el asunto puede tratarse con cierta disciplicencia o no tratarse en absoluto. Se va insinuando una actitud antimetodológica, que a mi juicio alcanza su formulación más consumada (y más insidiosa, por lo oblicua) en la "descripción densa" y en la "inferencia clínica" geertzianas.

jueves, 22 de julio de 2010

Tigres asiáticos

En estos últimos años ha surgido una generación de nuevos países industriales que se localizan en Asia. Se conocen como los "tigres asiáticos" o "cuatro dragones de Asia", expresiones que hacen referencia a las economías de Hong Kong, Singapur, Corea del Sur y Taiwán.
Entre 1960 y 1990, estos países han resaltado por mantener altas tasas de crecimiento e industrialización, además de convertirse en importantes receptores de inversión extranjera. Ubicados todos en el sudeste asiático, donde importantes empresas multinacionales tienen su sede (por ejemplo, en Seúl se encuentran Samsung, LG Group, Hyundai y Kia Motors), los cuatro tigres comparten una gama de características con otras economías asiáticas, tales como China y Japón.
Los Tigres del sudeste asiático surgieron entre 1945 y 1990, en el contexto de la Guerra Fría, cuando se los comenzó a ver como potencias. Los principales países que se han desarrollado tan vertiginosamente fueron Singapur, Hong Kong, Taiwán y Corea, que demostraron un crecimiento en calidad, cantidad y bajo precio en sus productos alcanzando mercados internacionales. A mediados de 1950 apuntaron a los avances tecnológicos y a políticas sustitutivas de importación y se orientaron luego a las exportaciones.
Después de un largo proceso, comienzan a desarrollarse otros países del sudeste asiático, los llamados "Tigres Menores" o "Pequeños Dragones", quienes comenzaron tardíamente su camino a la industrialización rescatando a las economías industrializadas como modelo. Ellos son Malasia, Indonesia, Tailandia y Filipinas. Forman parte, entre otros de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN).
Parte del éxito de estos países se ha basado en:
1) la abundancia de mano de obra;
2) los bajos salarios (con largas jornadas de trabajo);
3) la carencia de derechos laborales;
4) la creación de las zonas francas portuarias, donde las empresas están exentas de impuestos, de aranceles aduaneros y se les ofrece una legislación especial en materia laboral (como por ejemplo, limitación de derechos sindicales), además de mejoras de infraestuctura a cargo del Estado. Estos factores han contribuido a la deslocalización de muchas empresas e industrias, concentradas en países desarrollados, que no necesitaban mano de obra calificada, por lo que han trasladado sus sedes a estos lugares.
Debido a la limitación de tierras y recursos naturales, el crecimiento general no podía apoyarse en la exportación de productos primarios, constituyendo la industria el sector clave a estimular tanto en las importaciones como en las exportaciones. Se ha sostenido que estos países constituyen un modelo de desarrollo exitoso para los países pobres, pero este idea es criticada por quienes sostienen que el crecimiento de los Cuatro Tigres se debió a la estrategia de contención adoptada por EE.UU. en la Guerra Fría. Según esta hipótesis los EE.UU. habrían permitido y estimulado el desarrollo de los Cuatro Tigres con fuerte inversión monetaria, como un medio propagandístico para mostrar el éxito del capitalismo en contraste con otros países de la región dominados por el comunismo, en tanto que a otros países del tercer mundo donde esa estrategia no era necesaria EE.UU. les impidió alcanzar ese nivel de desarrollo.